4 de mayo de 2008

la niña en el armario

A los 9 años abandono el rosado y el celeste de su ropa, para vestir por dentro un gris revuelto y sucio. Cambio el sol del juego por armarios estrechos y vacíos como ataúdes. Botó al suelo las estatuillas de su altar, las vio desvanecerse como espejismos y las maldijo por eso. Supo del odio. Extravió a Dios.

Trató de no quebrar el silencio rígido de las noches con sus lágrimas débiles. Lloraba solo con agua y con sal y sin escándalo. No quería que la oscuridad percibiera su miedo y se la tragara viva.

Nunca trató de suicidarse, pero la idea de la muerte fue el mejor anestésico que encontró contra la dolorosa procesión de imágenes que desfilaban por su cabeza y los recuerdos tatuados a la fuerza.

Soportó el mutismo desgarrador de su padre, desafió su indolencia con una frialdad mayor. Intercambió papeles con su madre; la acunó en su pecho de niña y le contó al oído que su hija era fuerte. Tuvo que resistir la incredulidad de la abuela que amaba y seguir amándola después de conocer su miseria.

A los 21 hizo las paces con su historia.


1 comentario:

Mujer Doméstica dijo...

Ya estaría bueno que salieras del closet entonces!!!! wuajajaja

washa ute sae, un poco de humor no más.

;)