
Trató de no quebrar el silencio rígido de las noches con sus lágrimas débiles. Lloraba solo con agua y con sal y sin escándalo. No quería que la oscuridad percibiera su miedo y se la tragara viva.
Nunca trató de suicidarse, pero la idea de la muerte fue el mejor anestésico que encontró contra la dolorosa procesión de imágenes que desfilaban por su cabeza y los recuerdos tatuados a la fuerza.
Soportó el mutismo desgarrador de su padre, desafió su indolencia con una frialdad mayor. Intercambió papeles con su madre; la acunó en su pecho de niña y le contó al oído que su hija era fuerte. Tuvo que resistir la incredulidad de la abuela que amaba y seguir amándola después de conocer su miseria.
A los 21 hizo las paces con su historia.
1 comentario:
Ya estaría bueno que salieras del closet entonces!!!! wuajajaja
washa ute sae, un poco de humor no más.
;)
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