Un día de nuestro señor voy a precipitarme al suelo, caeré muerta de una alegría súbita y tú tendrás que cargar con eso de la culpa. De ante mano muchas gracias estimado miserable.
29 de mayo de 2008
26 de mayo de 2008
Ventana
La ventana que cuelga del muro exhibe esta noche y todas las noches una constelación de focos presumidos y sonámbulos a puertas de ser tragados por la colosal tristeza de la bóveda vacía. Suspendidos los parpados cerrados de la noche amenazan con derrumbarse.
Parece ser que la tierra y el cielo han intercambiado papeles en esta ventana.
8 de mayo de 2008
4 de mayo de 2008
la niña en el armario
A los 9 años abandono el rosado y el celeste de su ropa, para vestir por dentro un gris revuelto y sucio. Cambio el sol del juego por armarios estrechos y vacíos como ataúdes. Botó al suelo las estatuillas de su altar, las vio desvanecerse como espejismos y las maldijo por eso. Supo del odio. Extravió a Dios.
Trató de no quebrar el silencio rígido de las noches con sus lágrimas débiles. Lloraba solo con agua y con sal y sin escándalo. No quería que la oscuridad percibiera su miedo y se la tragara viva.
Nunca trató de suicidarse, pero la idea de la muerte fue el mejor anestésico que encontró contra la dolorosa procesión de imágenes que desfilaban por su cabeza y los recuerdos tatuados a la fuerza.
Soportó el mutismo desgarrador de su padre, desafió su indolencia con una frialdad mayor. Intercambió papeles con su madre; la acunó en su pecho de niña y le contó al oído que su hija era fuerte. Tuvo que resistir la incredulidad de la abuela que amaba y seguir amándola después de conocer su miseria.
A los 21 hizo las paces con su historia.
Trató de no quebrar el silencio rígido de las noches con sus lágrimas débiles. Lloraba solo con agua y con sal y sin escándalo. No quería que la oscuridad percibiera su miedo y se la tragara viva.
Nunca trató de suicidarse, pero la idea de la muerte fue el mejor anestésico que encontró contra la dolorosa procesión de imágenes que desfilaban por su cabeza y los recuerdos tatuados a la fuerza.
Soportó el mutismo desgarrador de su padre, desafió su indolencia con una frialdad mayor. Intercambió papeles con su madre; la acunó en su pecho de niña y le contó al oído que su hija era fuerte. Tuvo que resistir la incredulidad de la abuela que amaba y seguir amándola después de conocer su miseria.
A los 21 hizo las paces con su historia.
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