9 de junio de 2015

Miedo a la calle

Tengo miedo a salir a la calle
desde hace un tiempo
de mi consideración
considerable-
               mente escaso
pero significativo
en cuanto síntoma 
                       del pánico 
escénico al representar
mi propio drama callejero
tanto que salgo a la vía publica
(lease via crucis)
pensando en volver
pensando en llegar
pensando jamás haber salido
de la cama tibia
del útero de mi santísima
aterradísima salgo igual
me arrojo a la calle
con temor de las cornisas
de las cunetas de las alturas
de los edificios que crecen
frente a mis ojos como callampas
de los colmillos de los quiltros
y de los viejos picantes
y los piropos pegajosos
como gargajos ininteligibles  
de la violencia y de la virulencia de los canutos
y de las epidemias psicológicas
que se incuban dentro de las micros
llenas de guaguas que lloran y señoras
humildes con olor a cloro
en el alma
de tan inmaculada que la tienen
como la virgencita de Lourdes
Lo urden todo de sumisión
modestia y temor
de las protestas de los paros de los pacos
de la tristeza lacrimógena
del smog que todo lo pone
borroso
y gris le
pinta el horizonte
a los suicidas de hora punta en el metro
y los señores pasajeros nos retrasamos
aunque ya estábamos llegando tarde
a vivir nuestras vidas
a tomar once a hacer las tareas
pendientes
desde hace meses
le temo sobre todo
a la noche que cae
y me aplasta contra el pavimento
el miedo profundo
a ser asaltada
por la duda
de que la persona que viene tras de mi
me quiere agredir sexualmente
bajo mi propio techo
                         de estrellas
a ser asesinada en un callejón
desmembrada desarticulada
de cualquier posibilidad de defenderme
o de gritar porque la culpa siempre
sería mía por andar ofreciéndome
a la calle que es el desamparo.

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