Un día de furia libere mi corazón de la caja donde bombeaba vida negra. Lo tomé en una mano y lo apreté, hasta que lloró toda la sangre, que era su veneno. Miré mi triste corazón vacío y lo lamí con pena de madre, entonces, en un espasmo heroico, decidió seguir viviendo a pesar del destierro.
Se había ganado el derecho a refugio, por eso lo retroparí, hasta mi vientre tibio, donde sus heridas fueron sanadas en el rigor de la piedad.
Una mañana igual a todas, sintió que el regreso era su presagio. Se escurrió por una vena, emprendió viaje hasta en enrejado tórax, donde tomó su trono, no su cárcel. Desde ahí bebió un largo trago de sangre nueva, que compartió conmigo porque entendió mi papel de verdugo, porque entendió la muerte vital y el privilegio de la resurrección.
Se había ganado el derecho a refugio, por eso lo retroparí, hasta mi vientre tibio, donde sus heridas fueron sanadas en el rigor de la piedad.
Una mañana igual a todas, sintió que el regreso era su presagio. Se escurrió por una vena, emprendió viaje hasta en enrejado tórax, donde tomó su trono, no su cárcel. Desde ahí bebió un largo trago de sangre nueva, que compartió conmigo porque entendió mi papel de verdugo, porque entendió la muerte vital y el privilegio de la resurrección.