De un rojo terrible,
Sofisticados y punzantes,
Sigilosos y felinos,
Zapatos lujuriosos y reptiles,
La calzaban perfecta,
Y cuando ella estaba dentro
Mutaba a segura monarca de la cuadra
Y desviaba miradas de asombro
Ante tantísimo descaro colorado.
Sus pies los animaban
A empujar el mundo en su andar
Sin pedir permiso a Dios.
Jamás se despegaban del frívolo beso al cemento,
Eran la sombra de la urbe
Contagiaban al paisaje
Que de súbito era curvo y moteado.
La encerraban en una estela-enigma-nocturna,
Como si de su piel colgara un abismo magnético
Que tenía el brillo nácar de los vicios.
Los zapatos cristalinos la vestían de bohemia
Los zapatos artificio la volvían barroca
Los zapatos terciopelo la ponían melosa
Los zapatos ocaso la pervertían dos veces
Los zapatos aurora la bendecían sin fin.