27 de noviembre de 2007

Espejos



Los espejos, eran mares cerrados e inversos


Eran oscuridad ante todo,


Y misterio que se ocultaba tras las imágenes narcóticas.


Eran superficies exquisitamente ambiguas,


Que usaban la luz para urdir sus mundos irreales,


Que embriagaban y silenciaban la conciencia


Con su brillante despliegue de colores robados.



Me gustaría sumergirme en el estático fluir de uno,


Tomada de la mano de mi alter ego aparente


Llegar más allá de la reflexión luminosa,


A la enigmática dimensión sin dimensiones,


Para conocer que verdad nos esconden los espejos.

26 de noviembre de 2007

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Andabas por el mundo curvando el espacio

Jugando con lo relativo

Masticando el tiempo

Saboreando el aire, como las serpientes

Tragándote los colores de la aurora

Desvalijándome el pecho

Escupiendo al sol hasta la noche.

11 de noviembre de 2007

Luces



Nimia Superlativa perseguía las luces triangulares que estaban botadas en el piso de la estación Cal y Canto. Ella corría ligera detrás de las luces, con la ilusión de poder capturar una, sujetándola firmemente con su pie nimio como ella. Pero las luces traviesas se escurrían por el piso, siempre escapando de la inconciente N. Superlativa.
Un día Nimia Superlativa entendió que las luces se movían de acuerdo a inamovibles principios físicos de refracción de ondas electromagnéticas; ese día Nimia dejo de ser Superlativa.

Ahora Nimia ocasionalmente ocupa un asiento de la estación Cal y Canto del metro y mira las luces lejanas (más que nunca) y estancadas (como ella misma), sintiendo tremenda nostalgia de su antigua identidad de superlativa cazadora de luces móviles, y de la risa que antes le estallaba en la boca como fuegos artificiales.
Nimia etérea, ahora menos etérea por el peso de la gravedad sobre su eje, inhala amplio y forzado, como si quisiera rellenar con aire sus múltiples grietas internas, mientras espera que el metro llegue y la rescate de tanta desolación.

1 de noviembre de 2007

Santiago, septiembre de 2006


Santiago plantado en este macro filamento terrestre.


Santiago seco y bajo.


Santiago más gris que las palomas amorfas de la plaza de armas.


Santiago y sus diez mil perros anónimos e invisibles,


Como una legión de bestias heroicas,


Que deambulan por las calles


Sembradas al azar, como si la polvorienta ciudad


Hubiese descubierto el plan secreto del universo.


Santiago estruendoso como un grito de Dios,


Brumoso y espeso como la confusión,


Cancerigeno y cautivante como el humo del tabaco ardiendo,


Caótico como la calle Meiggs en vísperas de navidad.


Santiago en perpetuo e inevitable baile sísmico


De terremoto furioso que remece hasta el alma


O de temblor aletargado, como ronroneo de felino viejo.


Santiago no es más que la nítida fotografía


De la explosión del espacio;


Es solo cuestión de mirar como chorrean las casas


Más allá de los antiguos limites;


Como el concreto iba consumiendo la tierra fértil,


Que aun así, abrazaba a la urbe como el más dulce paréntesis.